REFLEXIÓN DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO

 

A mis queridos amigos y amigas del Grupo Parroquial Benasque, quiero enviarles a través de la red un abrazo y los mejores deseos porque esta semana sean bendecidos en el Señor Jesús.

Llegamos al  IV domingo del tiempo ordinario, la vida va transcurriendo con sus afanes, gozos y esperanzas, y en ella nos acompaña nuestro amigo Jesús de Nazaret, quien nos enseña con autoridad y a quien el mal está sometido.

Ciertamente que a la enseñanza, a la palabra se le debe atención y escucha. Así debe ser nuestro proceder ante las enseñanzas de Jesús, ante su Palabra de Vida, de escucha atenta, reflexiva y activa.

Ya lo dice la primera lectura: “suscitaré un profeta de entre tus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo lo mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas”. Porque el profeta es por excelencia el hombre de la palabra. En este profeta que Dios suscitará en medio de su pueblo, se ha visto la figura del Mesías, Palabra eterna del Padre.

Es por esto que Marcos nos señala la importancia de las palabras pronunciadas por Cristo, es el Maestro que enseña con autoridad, con verdad, que lleva por tanto a la verdad plena. Pero en muchos momentos de la historia la Palabra ha sido deformada, no bien escuchada, no acatada ni vivida. Pasó con los paisanos de Cristo. El camino para seguir al Maestro Jesús de Nazaret, es lento, necesita silencio para la escucha atenta de su palabra, reflexión de la misma y llevarla a la práctica. La Palabra es vida y debe hacerse vida en la  nuestra.

Hoy escuchamos mucha palabrería, charlatanería de la televisión, nacida del vacío y destinada al vacío, discursos de todo tipo, por todos los medios, estamos aturdidos, y lo aceptamos, nos da miedo el silencio, la reflexión, el encontrarnos con nosotros mismos, con nuestro ser interior, con la confrontación de nuestra propia existencia con la Palabra.

Nos pasa como cuando Jesús visitó la casa de Marta y María: “Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”.

Lo importante es pues estar a los pies del Maestro escuchando su Palabra, es la parte mejor; pero las cosas no se quedan ahí, la Palabra tiene que llevarse a la vida. Palabra, escucha y práctica se entrelazan, porque como dice la escritura la Palabra es viva y eficaz. Asimismo el salmo 94 nos invita a que: “Ojalá escuchéis hoy su voz:»No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto: cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras”. Sí,  es necesario hoy, escuchar la voz del Señor y no endurecer el corazón, sino pedir al Dios de la Vida que lo haga dócil y pronto para cumplir su palabra en todo momento.

La enseñanza-palabra de Jesús es pues vida, sanación, aniquilación- liberación del mal, curación de las heridas más profundas de nuestra condición humana. Es aliento en las dificultades, es esperanza de que otra sociedad se pueda construir.

Todos necesitamos pues, la palabra de Jesús para aniquilar los demonios secretos  que tenemos dentro, como lo dice Él mismo: “lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro”.

Acojamos la Palabra con autoridad de Jesús y dejemos que nos impregne de su bien, de su seguridad, de su aliento de vida. Pidámosle que nos libere del mal y nos haga de verdad hijos e hijas de Dios.

Reciban mi abrazo fraterno y mi agradecimiento, pues en la colecta para la Infancia Misionera hemos recogido 450 €. Dios los bendiga por su generosidad. El martes próximo tendremos la reunión de nuestro grupo de Cáritas parroquial, podremos ver las fotografías de los niños y niñas de Mochadó (comunidad negra del río Docampadó, en el Chocó colombiano) en donde las Hermanas de la Compañía del Sagrado Corazón, apoyan un comedor escolar, y con nuestros pequeños aportes estamos contribuyendo a una sana y buena  alimentación de estos niños. Cada mes las integrantes del grupo donan 3€ y este importe es enviado a Colombia para ayudar en esta obra. Te invito a sumarte.

Fraterno

P. Nacho

REFLEXIÓN DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO

Queridos amigos y amigas del Grupo Parroquial Benasque, quiero con esta nota enviarles un muy cordial saludo pleno de bendiciones en el Señor que siempre nos ama y nos llama. Felicidades en esta semana que comienza.

Hoy la liturgia nos invita a profundizar en el llamado que cada uno de nosotros ha recibido en el transcurso de la vida por parte de Dios. Fuimos llamados  desde pequeños, como lo fue Samuel, según nos lo narra la primera lectura: dijo Elí: Anda, acuéstate; y si te llama alguien responde: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”. Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes: — ¡Samuel, Samuel! Él respondió: –Habla, Señor, que tu siervo te escucha”. Nosotros desde el bautismo hemos sido llamados a la vida cristiana y hemos crecido no solo en lo físico, sino también en lo espiritual, como Samuel, porque el Señor estaba con él, y lo está con nosotros. Llamada que se repite a lo largo de nuestra historia.

Pero pasa con “la vida actual  que  está llena de ruido, palabras que van y vienen, mensajes que se cruzan y con frecuencia los seres humanos perdemos la capacidad del silencio, la capacidad de escuchar en nuestra interioridad la voz de Dios que nos habita. Dios puede continuar siendo aquel desconocido de quien hablamos o a quien afirmamos creer pero con quien pocas veces nos encontramos en la intimidad del corazón” (Claretianos).

Por eso  a veces no sabemos escuchar, como le pasó a Samuel las primeras veces que Dios le llamaba, necesitamos entonces de alguien que nos indique el cómo escuchar, así lo hizo Elí: “Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho y dijo a Samuel: –Anda, acuéstate; y si te llama alguien responde: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”.

Se nos pide entonces estar atentos a la voz de Dios que constantemente nos llama a vivir de una manera distinta y mejor nuestra propia existencia. A ser y estar en el mundo como seguidores de Cristo, que lo siguen con alegría y plenitud. Por ello Pablo nos exhorta en su carta a los Corintios a pensar, “que el cuerpo es templo, y que toda nuestra vida está llamada a unirse a Cristo, por lo que es necesario discernir en todo momento, qué nos aleja y qué nos acerca al plan de Dios. Porque la relación con Dios, no hace referencia solamente a nuestra experiencia espiritual sino a toda la vida: el trabajo, las relaciones humanas, la política, el cuidado del cuerpo, la sexualidad. De manera que en todo momento en cualquier situación los cristianos debemos preguntarnos si estamos actuando en unidad con Dios y en fidelidad a su plan de amor para con todo el mundo” (Claretianos). Y si somos responsables con la respuesta a sus llamadas.

Y así como Elí ayudó a Samuel a escuchar la voz de Dios y a responderle, actúa Juan el Bautista en el evangelio de hoy: “En aquel tiempo estaba Juan con dos de sus discípulos y fijándose en Jesús que pasaba, dijo:–Este es el cordero de Dios. Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús”. Es decir, Juan señala, indica y ayuda a estos dos personajes a descubrir a Jesús, a escuchar la voz de Dios que llama e invita a seguir a su Hijo.

Los dos discípulos del bautista, sin vacilaciones siguen a Jesús, como Samuel, es decir se disponen a ser discípulos del Maestro Jesús de Nazaret. El seguir al Maestro implicará un cambio vital en sus existencias, hasta de nombre como le pasó a Pedro: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro)”. Jesús les preguntará que buscan, y ellos quieren saber donde vive; el dialogo es sencillo pero lleno de significado. Ellos quieren entrar  en la vida del Maestro, son buscadores de la verdad, de la plenitud. Y Jesús les invita: “vengan y lo verán” Él no los rechaza, les lleva hasta su morada. Jesús obra de acuerdo a su predicación. Acoge con amor y brinda  su amistad. El ofrece el testimonio de su propia vida. Y el estar con Él, los convence, los hace discípulos y luego testigos-misioneros de lo que “han visto y oído”.

Podríamos decir con el adagio popular: “el que busca, encuentra”. A Jesús hay que buscarlo en la cotidianidad de nuestra vida, en los seres que comparten nuestra existencia, en los acontecimientos, en el trabajo, en la vida social, Él se deja encontrar. Pero antes tenemos que oír su voz y seguirla, pera poderlo encontrar. El escuchar y el seguir tienen un permanecer, se quedaron col Él aquel día.

Os invito pues a escuchar la voz de Dios, a seguirla siguiendo a su Hijo, y a permanecer con Él, descubriéndole como Señor y Mesías. Para esta tarea necesitaremos muchas veces personas que nos indiquen el camino o nos lleven a él como lo hizo Elí, como lo hizo Juan Bautista y como lo hizo Andrés con Simón su hermano: “Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo: –Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo). Y lo llevó a Jesús”.

¿Y tú a quien has llevado a Jesús? ¿Quién te ha llevado a ti? ¿Permaneces con Jesús? ¿Te has acercado a Él? ¿Has escuchado su voz? Terminemos diciendo con el salmo 39: “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”.

Con mi bendición y mis augurios de un año plenamente feliz en el Señor, me despido.

Fraterno

P. Nacho

REFLEXIÓN DOMINGO DEL BAUTISMO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Mis queridos amigos del Grupo Parroquial Benasque, reciban como siempre un abrazo de Paz y Bien en este comienzo de año y en especial en estas fiestas que demarcan el término dela Navidad: Epifanía o Fiesta de los Reyes Magos y el Bautismo del Señor.

Y precisamente, este domingo, la Liturgia nos presenta el Bautismo de Jesucristo como apertura de su  ministerio público y también nos recuerda nuestro bautismo como el inicio de pertenencia a la comunidad cristiana.

Así las cosas, Isaías nos habla del  Siervo de Dios, que elegido por Él, recibe el Espíritu: “Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones”, Espíritu que informará toda su vida y que le llevará por los caminos del mundo “Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”, es decir para liberar y salvar a la humanidad toda, del mal y la violencia que se apoderaron del mundo.

El Hijo predilecto, en el que Dios se ha complacido, como dice Isaías, es el  que Juan proclama, como  el que tenía que venir al mundo para traer el derecho a las naciones: “detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”. Es Jesús de Nazaret, quien  nos regalará el Espíritu de Dios para fortalecer nuestra vida y para que sea nuestro defensor y abogado ante el Padre.

Y el Espíritu Santo lo recibimos de manera especial en el Bautismo, así como irrumpió en la vida de Jesús, cuando: “Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma”; Espíritu que transforma y fortalece, que da vida y santifica. El Espíritu Santo nos regala  fortaleza que necesitamos los cristianos para dar testimonio con nuestra vida allí donde cada uno realiza su vida, con su familia, en el estudio, en el trabajo, en la vida social. Y seguramente que en más de una ocasión será testimonio callado y silencioso de quien vive más que predica lo que cree.

Por el bautismo nos hemos convertido pues, en testigos del amor de Dios Padre, que hoy rompe su silencio y rasga el cielo para decirnos también a nosotros: “Tú eres mi hijo amado, mi predilecto”, como se lo ha dicho a su Hijo Jesús. Nosotros somos sus hijos amados y predilectos, si en obediencia a su amor y a su plan de salvación tratamos de vivir profundamente nuestra propia historia como compromiso con las demás personas, con nosotros mismos y con la naturaleza, don de Dios que debemos cuidar.

Un cristiano tiene mucho que hacer en este mundo nuestro, porque hay mucho “ciego”, “cautivo”, y “en tinieblas”. El que se bautiza se hace otro Cristo para asumir también está tarea de ayudar a los demás a encontrar la luz, la libertad y la verdadera paz, aun en medio de tantas vicisitudes  que vivimos los hombres y las mujeres en la actualidad. Hoy es un buen día para revisar y actualizar esa fe que recibimos en nuestro bautismo, y también para ver como la estamos compartiendo con los demás, con los más empobrecidos, con los migrantes, con los que están en el paro, con los nuestros, en fin, con todos los que hacen presencia en nuestra vida.

En cada Eucaristía renovamos nuestra fe y nuestro compromiso con Jesús para seguir siendo esos hijos amados, que no se esconden, sino que están orgullosos de tener un Padre como Dios. Hagámoslo hoy de manera especial, recordando nuestro propio bautismo y renovando las promesas que nuestros padres y padrinos hicieron por nosotros aquel día.

Volvamos pues a nuestra cotidianidad, después de unas merecidas vacaciones y reanudemos nuestro compromiso de hacer de este 2012 un año de gracia y de bendición.

Con mi abrazo fraterno y deseándoles una feliz semana, me despido. Bendiciones para tod@s.

P. Nacho